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Inicio Sin Tiempo

Y si un día se enojan ellas

mayo 13, 2020
en Sin Tiempo
min de lectura5 min
Nota sin tiempo

Y si un día ellas dejaran de tenerles paciencia, de postergarse, de mantener el hogar.

Si un día fuesen ellas las que volvieran de una peña pasadas en copas, se olvidaran de la ropa tendida afuera o al baño sucio después de bañarse o de depilarse.

Si un día ellas decidiesen no dejar una reunión importante para controlar vía celular que los chicos encuentren la comida en el frízer o hayan tomado el antibiótico a horario o que los adolescentes hayan vuelto sanos y salvos a casa.

Si un día fuesen ellas las que después de trabajar 16 horas como enfermeras en una clínica llegaran a casa y no prepararan la cena y el almuerzo para el otro día.

Si un día ellas dejaran de fingir un orgasmo para que ellos no se sientan mal o blanquearan que por su eyaculación precoz se quedan con ganas de ser amadas en serio.

Si un día ellas dijeran que no les gusta que ellos se sienten a la mesa con sus cien kilos en cuero sin el recato de ponerse una remera aunque haga calor.

Si un día ellas los insultaran porque la compañera de trabajo les manda un mensaje de texto acordando alguna tarea laboral fuera de hora.

Si un día ellas anduviesen por la calle mirando de reojo un cuerpo musculoso, o más joven, o más lindo, o más perfumado, o más limpio, o más llamativo, o más sensual.

Si un día fuesen ellas las que después de aguantar 120 alumnos de sexto grado y a una directora insoportable y a una madre desubicada y a una compañera que la forrea volviesen a casa sin ganas de nada, y nada.

Si un día fuesen ellas las que les reprochasen a ellos los problemas con los hijos, la humedad de la pared, el sueldo que no alcanza o el auto chocado.

Si un día fuesen ellas las que se sentaran todo el fin de semana con el control remoto, frente a la tele y decidiesen no abrir las ventanas, sacudir la cama, limpiar el baño, hacer las compras o barrer la vereda.

Si un día fuesen ellas las que suben a la ruta manejando el auto para que él vaya cebando mate sin dar ninguna instrucción en el manejo.

Si un día fuesen ellas las que no le hiciesen el aguante al compañero que terminó preso, y más aún, no aceptaran arriesgarse a traficar drogas a la cárcel.

Si un día fuesen ellas las que cuando saliesen solas piropearan a una muchachito menor de edad en la calle.

Si un día fuesen ellas las que decidiesen no saber dónde está la camisa blanca del traje, o el par de medias nuevas, o la tijera, o el shampoo, o el betún de los zapatos, o la ropa del trabajo o los cordones de las zapatillas.


Si un día fuesen ellas las que saliesen a trabajar afuera sin importarles lo que pasa adentro de la casa.

Si un día ellas decidieran quemarlos, pegarles, decirles inútiles, gordos, acuchillarlos, perseguirlos en el lugar de trabajo, sopapearlos, tirarles los pelos, humillarlos delante de los hijos, estrellar platos, terminar una discusión golpeando las puertas, cortarles la tarjeta de crédito, hacerles el amor aunque no tengan ganas, no dejarlos juntar con sus amigos, subestimar sus esfuerzos, acosarlos, gritarles porque la sopa está caliente o fría, pegarles con una toalla, dejarles un ojo negro.

¡Serán ellos tan ingenuos de pensar que ellas no tienen fuerza para hacerlo? Error. Ellas llevan nueve meses en el cuerpo a su hijo, ellas se abren y se rajan las entrañas para parir, una y otra vez, ellas alimentan a sus familias, ellas velan por sus enfermos, ellas toman la posta cuando ellos no pueden, ellas resignan lucimiento propio por el otro, ellas se callan y se guardan lo que piensan para no ofender o ‘provocar’, ellas dejan de comer para que el alimento alcance para todos, ellas perdonan al agresor, ellas son fuertes de alma y cuerpo.

Ellas también tienen armas. A lo mejor no disponen de un revólver pero tienen cuchillos cuando el otro duerme, tienen la sartén con el aceite hirviendo después de recibir una cachetada, ellas cargan el termo con agua hirviendo después de qué él les pidió perdón, ellas los abrazan, los consuelan, los disculpan. Se animan a creer que será la última vez.


Una vez, cuando los periodistas todavía podían entrar a la cárcel sin demasiados preámbulos, en el pabellón de mujeres había una mujercita flaquita como un fósforo, de baja estatura, enclenque con manos muy chiquitas. Mientras estaba frente a la máquina de coser haciendo ropa para su hijo le preguntaron por qué estaba cumpliendo su condena, pensando en algún robo o delito menor. Error. Ella había matado a su esposo porque estaba cansada de que le pegara.

Ellas no quieren agredir al padre de sus hijos, al compañero. A ellas les da vergüenza ir a hacer la denuncia policial o contarle a una amiga por lo que está pasando. Ellas son las que se avergüenzan cuando debería al revés.

Si un día ellas se enojaran y les pagaran a ellos, a los violentos, con la misma moneda, sería una verdadera tragedia, una guerra donde ya se conoce al ganador aunque todos serían perdedores.

La diferencia entre ellos y ellas, es que ellos dicen que las matan porque las quieren, en cambio ellas viven porque los aman.

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