Hablar, comprar, mirar, reír, ejercitar, trabajar, escuchar, leer, aprender, jugar, bailar, y más acciones, pueden realizarse hoy a través de un teléfono inteligente o una computadora. ¿Qué está pasando? ¿En qué momento migramos masivamente a estos pequeños aparatos con acceso a internet?
A lo largo de la historia, las personas han realizado diferentes actividades, que de alguna u otra manera servían para producir y garantizar sus propios medios de subsistencia. La forma que toma el conjunto de actividades realizadas por una sociedad para producir, es lo que conocemos como sistema económico-productivo. Las formas de organizarnos socialmente, fueron de las más precarias y homogéneas asociaciones humanas, como la llamada Comunidad Primitiva, hasta las más complejas y heterogéneas, como las que conocemos en la actualidad.
En un primer momento, las personas trabajaban en comunidad para conseguir sus alimentos y criar los niños y niñas de la tribu de forma nómada, en la cual todos los integrantes estaban encargados de la función de producir y administrar lo que producían. Luego, cuando el ser humano comenzó a dominar las técnicas para cultivar la tierra y criar animales, se produjo una gran transformación y comenzaron las primeras formas de vida sedentarias, con determinadas divisiones del trabajo, pero todavía sin la existencia de clases sociales. Al dominar las técnicas de producción de alimentos, éstas sociedades comenzaron a producir más alimentos del que eran capaces de consumir, generando así un sobre-producto social, que con el paso del tiempo fue utilizado para alimentar prisioneros de guerra, que antes eran asesinados por la escases de alimentos, y que comenzaron a ser utilizados como mano de obra esclava para realizar tareas forzosas, dando origen al Esclavismo.
Este sobre-producto social, generó algunas transformaciones en el tipo de funciones que realizaban las personas y comenzó a diferenciarse entre la función de producir, a cargo del grueso de la sociedad, y la función de acumular y administrar, a cargo de un grupo selecto y aislado, que pronto comenzó a tener intereses particulares, alejados de los colectivos. Este segundo grupo, es considerado una incipiente forma de Estado, ya que comienzan a ser los encargados de administrar y defender lo producido. En esta primera diferenciación de funciones es que surge la primer división de clases sociales: una, que producto de liberarse de tareas forzosas comenzó a invertir su tiempo en especializarse en la administración y mejora de los medios y técnicas de producción y defensa; y otra, compuesta por las personas encargadas de producir a través de su trabajo forzoso. A lo largo de la historia, estas clases, han sido llamadas de diferentes maneras: Sacerdotes, Señores y Recaudadores por un lado, y por el otro, las y los Campesinos; Amos y Esclavos; Señores Feudales y Siervos; Capitalistas y Obreros.
Este proceso, pudo realizarse gracias al desarrollo de las fuerzas productivas, producto del avance científico y tecnológico de la sociedad. Primero se conocieron las técnicas de agricultura y ganadería; luego, en la primera revolución industrial, la mecánica; en la segunda revolución industrial, la máquina a vapor, el gas, el petróleo y la electricidad; y en la tercera revolución industrial, se descubrieron las tecnologías de la comunicación, el desarrollo y uso de Internet y de las energías renovables.
De esta forma, las y los trabajadores fueron habitando diferentes espacios, y pasó de mudarse y abandonar tierras constantemente en tiempos de recolección y caza de animales; a vivir en un mismo sitio durante toda su vida al ser esclavizados en las casas de sus amos; hasta trabajar sus “propias tierras” y pagar grandes fortunas tributarias a sus señores feudales; hasta mudarse y trasladarse a las ciudades para trabajar en grandes fábricas o establecimientos.
¿Qué espacio habitamos hoy?
Hoy nos encontramos atravesando la cuarta revolución industrial, dada por el desarrollo de la big data, el internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, las redes 5G, la impresión 3D, y la bio y nanotecnología, lo que nos lleva a habitar un territorio virtual y digitalizado.
Según explica la investigadora y Magíster Paula Giménez (2020), debido al desarrollo técnico y tecnológico, cada vez se hace necesaria una menor cantidad de trabajadores en los proceso productivos, generando así una mayor cantidad de desempleados, y mayores niveles de explotación para “los afortunados” capaces de conseguir un empleo. Dicho de otra forma: hoy nos damos cuenta que sobran trabajadores. Según la autora, esto produce que los y las trabajadoras no salgan a ofrecer su trabajo de forma presencial al mercado laboral, sino que lo hagan en el territorio o mercado virtual. La autora, agrega que éstas transformaciones en el mundo laboral, empujan a los y las trabajadoras hacia las “nuevas fábricas, con sus plataformas y redes sociales, construyendo nuevos valores organizativos, escondiendo, bajo una apariencia de mayor libertad, mayores grados de explotación, constituyéndonos en los esclavos modernos del Siglo XXI”.
Con la irrupción de la tecnología en nuestras vidas, cada vez se desdibujan más las barreras entre trabajo, entretenimiento y descanso. Parece ser que estamos en una constante “fábrica de producción y generación de datos”, en la que trabajamos 24/7 sin recibir remuneración alguna, por lo que algunos autores lo denominan “trabajo fantasma”. Alejandro Vanoli, director de Revista Crisis, llama plataformas de extracción de datos, a aplicaciones que como Facebook o Instagram, se nos presentan de forma amigable, pero que persiguen intereses económicos para con los datos que las personas vuelcan voluntariamente, y que ellos analizan, administran, clasifican, venden y comercializan. ¿Será ésta una especie de migración tecnológica asociada a las nuevas formas de producción propias de la época?
Y ahora, ¿Cómo reaccionamos?
Me asombra darme cuenta que algunas relaciones y situaciones que damos por “naturales”, sean en realidad una construcción social e histórica, que puede ser transformada si se planifica y se actúa de forma conjunta y organizada.
Me importa, que nos demos cuenta de que el mundo no cambio, sino que está cambiando, y estamos a tiempo de discutir de qué forma utilizamos todo el desarrollo científico y tecnológico de la humanidad para vivir dignamente, trabajar socialmente y planificar colectiva y democráticamente.
Me entristece que haya personas que conscientemente defiendan y trabajen por beneficios e intereses individuales y egoístas.
Me enfada que haya personas que se sienten a planificar cómo pueden hacerse a ellos más ricos, y a nosotros más pobres.
Me divierten, los pequeños y grandes actos de rebeldía que se dan en todas partes del mundo y que se burlan del orden injusto que pretenden imponernos.
Me gusta saber, que nos encontramos en un momento bisagra de la historia de la humanidad, y ante la posibilidad de generar una transformación estructural en nuestra forma de vivir y relacionarnos.
Y por último, me encanta que sonrías por haber llegado hasta acá.