La historia se repite y Río Cuarto fue puesto nuevamente en el centro de la escena por un caso que presenta rasgos similares a otros de imparcialidad judicial. Ezequiel Marclé, un joven contador de la ciudad, fue acusado de golpear a una mujer de 75 años para robarle la suma de 15 mil dólares de su vivienda en Banda Norte. Casi cuatro meses después del hecho, fue identificado dubitativamente en una rueda de reconocimiento, según figura en el expediente. Allí comenzó el periplo más duro de su vida, uno que lo tuvo casi cuarenta días preso, mientras su familia y amigos movilizaron la ciudad asegurando que se trataba de un nuevo “perejil” de la justicia local, protagonista de un largo derrotero de casos como este.
El término “perejil” fue acuñado y popularizado en 2006, cuando la investigación por el homicidio de Nora Dalmasso llevó a la detención de Gastón Zarate. El pintor fue señalado como el sospechoso número uno y provocó una “pueblada” que motivó la liberación del joven. No se trataba de una cuestión de pruebas, sino de respuestas a una demanda mediática y social que exigió acciones apresuradas y poco convincentes.
Más cerca en el tiempo, se volvió a utilizar el término para describir el caso de Sergio Medina, condenado a 15 años de prisión por el asesinato de Claudia Muñoz, acontecido en mayo de 2017. Medina fue juzgado por un jurado popular de manera “indubitable e ineludible”, a pesar de no haber contado con elementos probatorios fuertes . El fiscal de cámara, Julio Rivero, había solicitado su absolución, argumentando que no se contaba con pruebas suficientes.
Casos como los antes mencionados guardan algún grado de similitud con la investigación que terminó con la imputación del joven contador. Es que en todos ellos se observan las muestras de una doble vara judicial, aplicando reglas diferentes para unos y otros. El caso más emblemático nos obliga a volver al caso Dalmasso, que actualmente tiene imputado al viudo Marcelo Macarrón por “homicidio calificado por el vínculo, por alevosía, y por precio o promesa remuneratoria”. Sin embargo, después de tanto tiempo, el acusado no conoce el interior de una celda. ¿Poder? ¿Clase social? ¿Influencias? Sea cual sea el elemento que distingue a Macarrón del resto de la comunidad, ni Zarate, ni Medina, ni ahora Marclé, lo tuvieron. Ante el mínimo elemento probatorio, los investigadores decidieron encarcelarlos para que esperen tras las rejas.
Ezequiel celebró su cumpleaños número 29 en una celda de alcaidía, en la Unidad Departamental Río Cuarto, algo que jamás hubiera imaginado cuatro meses atrás, cuando volvía al país después de un viaje de dos años recorriendo el continente sudamericano. La aventura había comenzó el 24 de marzo de 2018 junto a su pareja, Macarena. En ese transcurso, ambos recorrieron diferentes partes del continente como mochileros, muchas veces viajando a dedo y trabajando en diferentes rubros. Pudieron hacerse de unos ahorros que, a la vuelta, serían utilizados para cumplir proyectos compartidos, el más importante de ellos: Mudarse juntos. Todo terminó, o al menos se postergó indefinidamente, en el momento de su detención.
Todo un mes permaneció incomunicado compartiendo el encierro entre libros y charlas con sus compañeros de celda. “Es una persona muy empática que se lleva muy bien con todos”, comentaban en aquel momento sus familiares, intentando imaginar cómo pasarían las horas del joven.
A pesar de no contar con antecedentes penales, el fiscal Pablo Jávega -investigador de la causa- determinó que debía permanecer bajo el régimen de prisión preventiva. “Riesgo procesal” fue el argumento, sostenido en que Ezequiel no podía “acreditar” su residencia fija en la ciudad, ya que los últimos dos años no se encontraba en el país. ¿Eso es suficiente para mantener preso a una persona que desde el comienzo de la causa colaboró con la investigación?, la pregunta que una y otra vez dominó las charlas de quienes peleaban por su liberación.
Sin embargo, el baldazo de agua fría llegó el lunes 3 de agosto, cuando se ordenó su traslado a la Unidad Penitenciaria local. “El daño ya está hecho”, vociferaba Macarena, su novia, al dirigirse al centenar de personas que marcharon el martes de la semana pasada, movilizados por el pedido de justicia. Ese impulso popular llegó a la justicia, que el viernes 7 terminó dando a la familia “una buena entre tantas pálidas”. La jueza de Control, Luciana Alba, hizo lugar al pedido de liberación presentado por el abogado del acusado, Nicolas Rins. Las sonrisas y el llanto alegre volvieron a formar parte de su gama emocional, fundido en un abrazo interminable con quienes fueron sus pilares en todo este tiempo.
Desde ese día, no se despega de su familia, atravesando una montaña rusa de emociones que lo devuelve una y otra vez a los días de encierro. Entre tantas sensaciones, Ezequiel recibió a Otro Punto para contar este capítulo de su historia, una que espera por futuras secuelas, a la espera del camino judicial que todavía lo mantiene imputado.
El camino judicial
La historia de Ezequiel comenzó el 11 de marzo. Su madre le avisó que la policía se había presentado en su casa con una orden de allanamiento. Ezequiel llegó una hora después que los investigadores. Allí le informaron que el operativo se producía en el marco de un hecho de robo. “Nos preocupamos porque nunca nos había pasado algo como esto”, expresa el joven, quien observó a los agentes mientras se llevaban elementos que tenía en su posesión. “Me preguntaron si tenía dólares, y yo les entregué lo que habíamos logrado ahorrar de nuestro viaje”, contó. También se llevaron su teléfono y un maletín negro que su padre le había regalado hace unos años, elemento que se convertiría en el símbolo de una nueva etapa en su vida, una llena de anhelos personales y profesionales.
Al día siguiente, Ezequiel se presentó en la justicia para ponerse a disposición de los investigadores. “Estaba mal porque quería recuperar mis cosas, pero nunca pensé que podía ser sospechoso”, dijo Ezequiel. En la fiscalía de 1ra nominación le notificaron que se encontraba vinculado al violento robo a una mujer de 75 años, quien habría sido abordada por un delincuente que implementó la metodología delictiva conocida como “el cuento del tío”.
El hecho se había registrado el 5 de marzo, a los pocos días del regreso de Ezequiel al país. La noticia del robo fue abordada por los medios de comunicación local en diferentes crónicas, una de las cuales tuvo como partícipes a los familiares de la víctima. “Tenemos un semillero de delincuentes”, declaró la hija de la anciana frente a las cámaras de Telediario, en referencia al sector de Banda Norte en el que se produjo el hecho.
Los días pasaban y no había novedades, hasta que poco más de tres meses después del primer encuentro con la justicia recibió una nueva citación. El 22 de junio mantuvo una reunión con el secretario de la fiscalía de 1ra nominación. Allí le adelantaron lo que ocurriría dos días después, la rueda de reconocimiento en la que resultaría identificado, con algunas dudas, por la víctima del hecho.
Una novela kafkiana
¿Cómo terminó Ezequiel en aquella rueda de reconocimiento? La familia remarca esta parte de la historia como un punto fundamental en su declaración de inocencia. Al parecer, el árbol genealógico le jugó en contra, puesto que Ezequiel es pariente lejano de una hija extramatrimonial del marido fallecido de la damnificada. “Parece una novela de Kafka”, expresaba un familiar del joven durante la masiva marcha del “perejilazo”.
La familia relata que el joven fue señalado por su similitud física con el “identikit” elaborado en base a la denuncia de la damnificada. Pero su vínculo fue más puntual, debido al testimonio de un familiar de la víctima, quien llegó a Ezequiel buceando entre la lista de amigos de Facebook de aquel “pariente lejano”, un universo bastante acotado.
El contador llegó a la rueda de reconocimiento sin representación legal, pero le fue asignado un asesor letrado que lo acompañaría en el paso a paso. La transcripción de aquel encuentro revela varios puntos de importancia, pero el más destacado tiene que ver con lo manifestado por la damnificada al verlo. La mujer señaló que Ezequiel podía ser su atacante en base a una descripción sencilla, por el uso de lentes y su barba. Sin embargo, aclaró que lucía “más esmirriado” -muy delgado- y agregó: “El otro es más robusto”.
La frase podría haber resultado determinante para la eliminación de Ezequiel como sujeto de interés, pero fue enmarcada dentro de un “señalamiento dubitativo”. Es decir, no hubo identificación directa y mostraba ciertas dudas respecto a las facciones del apuntado. De acuerdo a lo expresado por su familia, Ezequiel debió elegir a los sujetos que estarían junto a él en la instancia de reconocimiento. Por inexperiencia o falta de preparación, el joven terminó eligiendo a sujetos que quizá no tenían su misma fisionomía. Resulta llamativo el nivel de validez otorgado a la rueda, más cuando la damnificada contaba con la imagen de Ezequiel desde hace tiempo, producto de aquella “pesca” por Facebook.
Pese a esto, Ezequiel fue detenido el 29 de junio. Ese día, la policía se apersonó en la vivienda de Macarena para buscar a Ezequiel. Al no encontrarse junto a ella, se dirigió a su lugar de trabajo, el colegio del Jockey Club, y lo trasladó hasta la comisaría de Banda Norte. Macarena le escribió un mensaje para desearle “mucha luz” de cara al encuentro con los investigadores, pero Ezequiel no le respondió. Una corazonada lanzó a Macarena a bordo de su bicicleta y, a toda velocidad, se dirigió a la comisaría de Banda Norte.
Ezequiel escuchó la voz de su compañera, que había llegado a la sede policial agitada del cansancio. “Laucha, estoy preso”, atinó a decirle desde otra habitación. Con las pulsaciones a mil, Macarena intentó responderle, pero los agentes lo llevaron a otro habitáculo, provocando que ella estallara contra el personal policial que se encontraban allí. Esa fue la última vez que hablaron, hasta casi cuarenta días después cuando, gracias a algún contacto dentro de la unidad penitenciaria, compartieron un breve llamado telefónico.
La coartada
El 5 de marzo, día del robo, es una fecha que Ezequiel y su familia recorrieron sin cesar. El objetivo principal de la defensa fue presentar una línea de tiempo clara, junto a testimonios que brindaran la coartada que exculparía al joven.
Ese día, Ezequiel no se despegó ni un momento de su pareja. Por la mañana, se dirigieron al Palacio Municipal para inscribirse como autoridades de mesa para las elecciones municipales de abril. Pasado el mediodía, compartió un almuerzo en la casa de la abuela de Macarena, lugar en donde permanecieron reunidos hasta las cinco de la tarde, aproximadamente. Luego, la pareja se juntó con otros familiares para compartir una tarde mates en “el Rosedal”, frente a la cancha de Banda Norte. Más cerca de la tarde/noche, el joven retornó a su casa -ubicada unas cuadras hacia el este del puente Filloy, en Banda Norte-, lugar donde concluyó su jornada.
El hecho por el cual se acusa a Ezequiel ocurrió en una ventana horaria que va de las 17 a las 18 horas de ese jueves 5 de marzo. El elemento geográfico que lo ata a la causa tiene que ver con la ubicación de la vivienda en la que se encontraban al momento del hecho, a solo cinco cuadras y por la misma arteria de la vivienda donde se cometió el violento robo.
Todavía no fueron incorporados los testimonios que buscan confirmar la línea del tiempo elaborada por la defensa de Ezequiel, pero la familia confía en que una vez que sea considerado como elemento de prueba, la justicia liberará al joven de toda culpa y cargo.
Pecar de inocente
“Tal vez fue un error no haber buscado un asesoramiento de manera instantánea”, reconoció Ezequiel, quien desde el primer momento se mostraba confiado en que rápidamente sería descartado de la investigación. “Pecar de inocente” aquí toma un nuevo significado, o quizá el más literal de todos. El joven ponderó su inocencia dejando de lado lo que podría ocurrir con el funcionamiento de la justicia y la investigación del fiscal. Quizá, de haber contado con un abogado representante, la rueda de reconocimiento nunca hubiera ocurrido, al menos no con las condiciones que finalmente se dieron.
“Sabemos de los estereotipos que marcan las elecciones y juicios. Muchas personas que pasan por una situación similar a la mía no tienen el apoyo y el acompañamiento que tuve yo. Lamentablemente ellos terminan encarcelados, algunos por mucho tiempo”, reflexiona Ezequiel sobre suerte judicial. “Hay sobrados antecedentes de casos similares, de perejiles, que se deben a las inequidades y la inoperancia del sistema judicial”, añadió.
Ezequiel es consciente de los “privilegios” que lo distinguen de otros casos en donde el poder económico, la clase social y los prejuicios crean un escenario desfavorable. En ese sentido, expresa con contundencia la conclusión final del proceso que atravesó: “Quiero que se acuerden de la inequidad del sistema de justicia, que me inscribo en la larga lista de perejiles que tienen los tribunales de Río Cuarto”.
– Desde tu detención, ¿lloraste en algún momento?
– No, porque quería llorar en mi casa, en un lugar de paz. Todavía no terminé de llorar todo. Son días duros, todavía estoy cayendo.
– ¿Crees que la movilización de tus familiares y amigos ayudó a que hoy puedas estar en tu casa?
– Fue muy importante porque mostró la persona que soy, los vínculos que uno forjó con mucha gente y muchas instituciones. El mismo martes de la convocatoria, mi padre se comunicó conmigo y me transmitió lo masivo de la marcha. Lamentablemente, pareciera que tiene que ocurrir una movilización de este tipo para que la justicia responda.
– ¿Confías en la justicia? ¿Creés que van a exculparte?
– No te podría responder eso en este momento, pero es lo que esperamos todos. Vamos a trabajar para que se abra una nueva línea de investigación para dar con la verdad.
– ¿Es un daño irreparable?
– Creo que es una instancia de aprendizaje y crecimiento personal. De dolor, sufrimiento e injusticia, pero que nos va a fortalecer para ser mejores personas. De lo otro no podemos volver.
Nueva realidad
Ezequiel no se despega de su familia, en especial de su compañera en la vida. “Estamos tratando de recuperar el amor que no nos dimos en todos estos días”, comenta entre miradas y gestos cómplices con Macarena. Casi cuarenta días sin ver a sus seres queridos pesaron duro en su bienestar mental y sentimental, por lo que intenta recuperarse de los bajones con los abrazos que, después de todo lo vivido, hoy recibe cálidamente. Entre las emociones, Ezequiel elige agradecer a todos los que acompañaron su periplo y colaboraron con su liberación.
“Tengo un equipo multidisciplinario atrás”, cuenta mientras nombra a los integrantes de su círculo familiar. El joven se frena en la figura de su madre, destacando su fuerte aporte espiritual mientras señala un improvisado altar, colmado de santos y velas, sobre el cual se deben haber reposado cientos de oraciones que imploraban por su libertad.
Los proyectos de Ezequiel quedaron en stand-by y también los de su familia. “Siento que estuvieron presos conmigo”, se lamenta y, sin embargo, acepta este proceso como una fase de crecimiento. “A pesar de todo, pasaron muchas cosas lindas en este tiempo, cosas que de otra forma nunca hubieran pasado”.
La familia Marclé depositó su confianza en el doctor Nicolas Rins, quien cumplió un rol fundamental en la liberación del joven. Aun así, reconocen que esta historia todavía no se termina y que deberán continuar trabajando para limpiar el nombre de Ezequiel. Actualmente se encuentran esperando que se venza el plazo para que el fiscal se oponga a la decisión del Juzgado de Control.
“Desde el primer momento estuve tranquilo, sabiendo que soy inocente y que mi familia es consciente de eso. Al mismo tiempo, me solidarizo con el pedido de justicia de la familia de la mujer que fue víctima del robo”, expresa el contador, deseoso por la apertura de una nueva línea de investigación que pueda esclarecer el hecho. Aun así, agrega: “Yo también me considero víctima de lo que ocurrió”.