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Inicio Columnistas Alejandra Elstein

La buena estrella

Dicen que la memoria humana comienza a recordar desde los 3 años. “Necesito vivir 3 años más para que se acuerde de mí”. Eso fue lo primero que pensó Alejandra cuando nació su nieta. Cómo casi todo lo que se proponía lo lograba, vivió 3 años y 3 meses más. Sin embargo, un poco por temor a no sobrevivir ese tiempo y otro por si acaso la ciencia estuviera equivocada escribió un cuento para Nina.

julio 19, 2021
en Alejandra Elstein, Columnistas, Sin Tiempo
min de lectura4 min
La buena estrella

Alejandra leía todo el tiempo todo lo que encontraba, y cuando lo que leía eran cuentos en voz alta, captaba toda la atención.  Creía en el poder de las palabras, en las historias de la gente, como una forma de construir la memoria.

El texto infantil que les compartimos a continuación es una carta de despedida, pero también una forma de explicar las ausencias, las amistades, los recuerdos. Una historia para leer antes de dormir, sabiendo que te van a cuidar el sueño.

La princesa Nina y su amiga estrellita

Había una vez una estrellita que antes de que el sol se fuese a dormir para que ella pudiese brillar toda la noche, se iba a tomar la merienda que le preparaba la mamá a su nube preferida.

Desde allí le gustaba mirar lo que hacían los chicos en la tierra, antes de que su mamá los llamara para ir a cenar, lavarse las manos, los dientes y después acostarse a dormir. Le gustaba ver cómo hacían castillos de arena, comiditas con flores secas, saltar en la cama elástica, andar en bicicleta, abrazar a su mamá y a su papá.

Un día, mientras la estrellita tomaba su leche con hilitos dorados para brillar más que nunca, vio en el patio de una casa a una princesa jugando en el jardín con sus muñecos preferidos, Pepa, Antonia y Nazareno.

La estrellita se quedó mirando a la hermosa princesa  con ojos gigantes, dientes blancos, y un pelo lleno de rulos dorados que le envolvían un rostro de ángel feliz. Esa noche, cuando brillaba al lado de la luna, la estrellita le preguntó a su amiga si ellas podían bajar a la tierra.

-No hace falta, le dijo la Luna, porque nosotros alumbramos desde el cielo y ellos nos miran desde la Tierra.

-Pero a mí me gustaría ir a visitar a una princesa que vi jugando en el jardín de su casa. ¿Era pequeña como yo! Por favor, dame una oportunidad, quiero hacerme su amiga.

-Bueno, le dijo la Luna, hoy, después de brillar toda la noche, te tomas la leche del desayuno y con mucho cuidado bajarás a la Tierra a conocer a tu amiga. Pero recuerda que las estrellas sólo pueden bajar una sola vez en toda su vida a la tierra y elegir a su amigo para siempre.

La estrellita  se puso muy feliz y emocionada. Estuvo toda la noche pensando en lo que diría a su nueva amiga la princesa, porque le daba un poco de vergüenza presentarse sin avisar. ¿Y si la princesa se asustaba y salía corriendo? Ella nunca más se iba a poder hacer de una amiga en la Tierra.

A la mañana siguiente, después de descansar y tomar la leche, la estrellita bajó muy emocionada a la Tierra. La princesa estaba jugando en el jardín. Estaba sentada sobre un tobogán verde, con una muñeca en su brazo y mirando hacia el cielo de los árboles.

La estrellita se acercó y le dijo: Hola princesa he venido a visitarte y a preguntarte si queres ser mi amiga. Yo vivo en el cielo y brillo para que las noches sean bien hermosas.

La nena la miró y le sonrío. No salió asustada como pensaba la estrellita.

-¿Cómo te llamas? le preguntó la princesa.

-Me llamo estrellita. ¿Vos?

-Yo me llamo Nina, le dijo la princesa.

-¿Qué lindo nombre?  ¿Me lo regalás?

-Noooo, se largó a reír la princesa. Porque si no la gente no va a saber cómo llamarme. Pero nos podemos llamar igual. Las dos nos podemos llamar Nina. Y la princesa abrió los ojos tan grandes que la convenció a la estrellita.

La estrellita era muy preguntona.

-¿A qué juegas?, le dijo

-A todo. A mí me gusta a todo. Juego a la casita, juego con mi papá y mi mamá, juego con mis muñecos, con mis abuelas, con mi bicicleta.

La princesa Nina también era muy preguntona:

– ¿Y tú a qué juegas?

-De día juego entre las nubes a saltar y correr, tengo muñecas de algodón y pelotas de agua. Y a la noche salgo a brillar para acompañarte a que duermas tranquila y para cuidarte de los malos pensamientos.

La estrellita Nina y la princesa Nina estuvieron muchas horas charlando. Se contaron las cosas que les gustaba hacer y las que no, por qué las amaban sus papás, se rieron hasta que Nina, la princesa, le agarró con sus manitas una punta a Nina, la estrellita, y así se quedaron un rato largo mirando para el cielo.

-¿Cómo es tu corazón?, le preguntó la princesa Nina a la estrellita Nina.

-Mi corazón es dorado porque tiene que brillar mucho para que vos me puedas ver desde tu ventana.

-Mi corazón es rojo, dijo la princesa Nina, porque tiene que ser muy fuerte para que vos lo puedas sentir desde el cielo.

Cuando llegó la hora de almorzar llegó el momento de la despedida. Nina, la princesa, y Nina, la estrellita, estaban muy felices.

-¿Vas a volver?, le preguntó la princesa Nina a su nueva amiga.

-Nunca me voy a ir. Voy a estar siempre al lado de la luna mirándote desde el cielo.

-Pero a mí me gustaría que estes en mi casa siempre conmigo, le dijo la princesa.

-Es que voy a estar siempre con vos, nada más que no puedo dejar de iluminar el cielo. Vos sos la amiga que elegí para siempre. Cada vez que quieras charlar conmigo solamente vas a tener que mirar hacia arriba, y estes donde estes, me vas a encontrar al lado tuyo.

Nina la princesa y Nina la estrellita se dieron un abrazo fuerte. Cuando Nina la princesa entró a su casa la mamá le preguntó: ¿Qué pasó Nina? ¿Me pareció que hablabas con alguien?

Nina la miró con sonrisa de pícara y le dijo que vino su amiga la estrellita Nina.

-¿A sí?, le respondió la madre que muy sorprendida vio que en la carita de Nina había una brillantina dorada que le adornaba el cachete.

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