“Niño, que eso no se dice; que eso no se hace; que eso no se toca”, cantaba Joan Manuel Serrat en su ensayo musical titulado “Esos Locos Bajitos”, expresando su sentir por la relación entre padres e hijos, el fin de los tiempos más felices y las imposiciones de la niñez. Si Joan Manuel nos permitiera actualizar su poesía, podríamos agregar algo que todavía hace mella en el vínculo intrafamiliar. También diríamos que “de eso no se habla”, intentando describir tópicos que le siguen esquivando al dialogo entre padres e hijos y cuya ausencia desata una serie de situaciones que pueden resultar en problemáticas graves.
Existen los tabús, los temas obviados, ausentes de la conversación diaria. Sin embargo, de a poco, tópicos como la sexualidad, las adicciones y tantos otros generadores de incomodidad en la mesa familiar se fueron metiendo en los diálogos de la cotidianeidad y hasta propiciaron un avance saludable, una evolución. Sin embargo, una charla eludida sistemáticamente es la del suicidio, un acto tan trágico como difícil de explicar, que pese a estar entre nosotros desde el comienzo de los tiempos todavía no cuenta con un lugar preferencial en el temario de las problemáticas más reales y preocupantes.
Suicidio, palabra que se escabulle también de los medios de comunicación y de los informes oficiales de cada Gobierno, con estadísticas oficiales imprecisas que no llevan a un cambio significativo y políticas postergadas en el tiempo. De eso hablaremos en este informe que aludirá varias veces esa palabra tan poco mencionada y bregará por provocar una reflexión valiosa que promuevan el click necesario para abordar la problemática. “Lo que no se habla, no existe”, indica un axioma que intenta cuestionar por qué una parte de nosotros elude tópicos con el fin de decretar su inexistencia y por qué esto nunca sale bien. Esta dificultad es la que toca de cerca a la discusión sobre el suicidio, la negación de algo que se manifiesta y desarrolla de manera casi imperceptible. Allí es donde la discusión, el dialogo y la problematización se presentan como herramientas fundamentales para sacar al tema de las penumbras; darle un nombre, un rostro, una historia.
Otro Punto se puso en contacto con el Programa de Prevención, Atención y Posvención del Suicidio, una organización que trabaja desde hace más de veinte años en la problemática; para intentar dar con el punto en el cual la charla sobre el suicidio permanece estancada. La charla entre el periodista y uno de sus miembros, el Lic. Martin Álvarez (también vicepresidente de la Fundación Manos Unidas por la Paz), se desarrolló en un Zoom de casi dos horas, el cual se iniciaba con una apreciación sobre esa dificultad.
“Cuesta reconocer los trastornos de la salud mental y pareciera que la salud física vale más que la emocional. Pero también creo que cuando una persona atraviesa un trastorno de salud mental, adicciones o suicidio en la familia, cuesta reconocerlo porque también es reconocer fallas o acciones que contribuyeron por acción u omisión a que esa persona esté de esa manera”, indica el profesional, planteando que “hay tres grandes ámbitos para tratar esta conversación: Uno es la familia; otro es la escuela como ámbito de prevención; y el otro es el de los medios de comunicación”. Apelando a la autocrítica, nos detendremos sobre este último.
Comunicar el suicidio
“Nadie hablaría de si el dólar sube o baja si no sale en la primera plana de un diario. Lo mismo ocurre con los suicidios. Es por eso que se necesita hablar de ellos y no ocultarlos”, plantea Martin Álvarez para hablar sobre la importancia que tienen los medios como generadores de agenda. Pero, más allá de su gran valor como iniciadores o propulsores de cada conversación que se integra al temario de la cotidianeidad familiar y vecinal, parecen haberse quedado al comienzo del camino en términos de incorporar y tratar responsablemente cuestiones vinculadas a la salud mental, en concreto con el suicidio. Tal es así que todavía se cuenta con una serie de reglas no escritas que guían erróneamente el tratamiento del tema.
Días atrás, un conocido de este periodista le consultaba respecto a la difusión de noticias vinculadas a un hecho de suicidio. “¿Tienen algún manual para tratar esas cuestiones? Porque veo que no se difunden”, cuestionaba. La respuesta tardó en llegar, y mucho. Primero, porque en mi experiencia nunca me había encontrado con un manual o una capacitación vinculada a la problemática. Y, segundo, porque me había tocado recibir el reto de algún jefe de redacción que explicaba: “Los suicidios no se difunden porque pueden generar un efecto contagio”.
Aunque parezca increíble, el mismo consenso existe entre los equipos de prensa de la Policía, encargados de dar informes sobre estos hechos y que, en la mayoría de los casos, los terminan quitando del parte diario. Para Martín Álvarez esta es una práctica que atenta contra el trabajo realizado en la prevención de suicidios puesto que invisibiliza una situación y pierde la oportunidad de producir un aporte favorable que puede llegar a salvar otras vidas, si es que se la acompaña de información responsable y herramientas de ayuda para casos similares.
En definitiva, la charla en los medios sobre el suicidio debe existir, y de manera más frecuente. “Hay que dar a conocer que hay casos de suicidio, como hay casos de leucemia y muertes por accidentes de tránsito. Se tiene que desmitificar esto del efecto contagio”, sentencia.
Lo contradictorio sobre la difusión de hechos que terminan en suicidio es que parecen depender del nivel de popularidad de la víctima y el efecto que cada detalle sobre él puede tener en el maldito rating. Esto se observa cuando un “famoso” termina con su vida e inmediatamente su situación se convierte en el tema más visto, el Trending Topic de las redes y el generador de noticias 24/7. En medio de la fiebre por “entretener” a la audiencia, se vuelven a perder grandes oportunidades para asistir a quienes no son famosos, pero pasan por lo mismo.
“Tenemos que ser responsables respecto a los familiares de alguien que comete un suicidio. Se estigmatiza mucho a los que sufren por esto. ¿Por qué es necesario dar el nombre y apellido de esa persona? Ser famoso no habilita al estigma”, reflexiona el integrante de la ONG especializada en suicidología.
Haciendo referencia al trabajo titulado “Hablemos de Todo”, redactado por el citado Martín Álvarez en conjunto con el Lic. Ernesto Rubén Páez, el material trata en uno de sus capítulos las preguntas sobre cómo abordar el Trastorno de la Conducta Suicida en los medios de comunicación, donde explican: “Para poder informar sobre esta temática, es importante tener en cuenta que la reproducción del hecho en forma cruda o sensacionalista genera un impacto sensible en la población y que al no realizar una adecuada cobertura, la plataforma comunicacional puede generar en personas vulnerables o que se encuentran desarrollando Trastorno de Conducta Suicida, una tendencia a la imitación, preferentemente entre la población adolescente y joven”.
Entonces, ¿se deben difundir o no los casos de suicidio? “Como dijimos, los medios tienen un rol fundamental. Si el tema del dólar no estuviera en primera plana constantemente, ¿hablaríamos tanto de eso? Si la situación de Chano no fuera el pico de rating en cada canal de la tarde, ¿charlaríamos sobre consumos problemáticos y salud mental? Hay que hablar de suicidio, no se pueden invisibilizar”, analiza con contundencia Álvarez.
Aun así, aclara que “lo que importa no es que se trate, sino cómo”. Aquí es donde se avizora un punto de contacto entre la información sobre un hecho de suicidio y cómo puede guardar cercanía con algo que, lejos de definirse como un “contagio”, tiene nexo con la psiquis de una persona con tendencias suicidas. Esto tiene que ver con los detalles más profundos del hecho que se informa.
Citando aquel trabajo, Álvarez agrega: “Dar a conocer los métodos es dar en bandeja la posibilidad de que otro lo imite. Vos imagínate que una persona con comportamientos suicida viene pensando la situación desde hace tiempo, dónde y cuándo. Entonces suele fantasear con el momento, hasta le pone fecha en un proceso emocional y cognitivo que lleva tiempo. Quizá no tiene resuelto cómo hacerlo, en los medios se difunden detalles de un caso de suicidio y puede generar que esa persona, planificando todo menos el cómo, termine de definirlo allí”.
Estado y campañas
Para que el papel de los medios de comunicación, en conjunto con organizaciones no gubernamentales, puedan evolucionar en el tratamiento del suicidio dentro de la conversación con el público, las políticas estatales deben estar en su punto justo y brindar herramientas que ayuden a ese proceso.
El Estado cuenta con la Ley Nacional 27.130, aprobada y vigente desde 2015, pero todavía a la espera de contar con una reglamentación. Año tras año se hacen intentos para lograrlo, pero el proyecto gira por ministerios desde el 2016 y no llega a concretar su potencial, como ocurre con tantas otras legislaciones del plano sanitario. Esta situación ha provocado, entre otras cosas, que no haya un presupuesto destinado específicamente a esta problemática, sino que los fondos son direccionados a Salud Mental, que a la vez incluye la problemática de usos problemáticos.
En el caso de las provincias, las dificultades tampoco cesan. “Cada provincia puede hacer programas específicos, pero el gran problema que tenemos es que la Ley plantea una mirada integral y en muchas provincias no se cumple. En lugar de abarcar prevención, tratamiento y posvención, solo llegan a enfocarse en el aspecto preventivo”, critica Álvarez, quien agrega que en muchos casos se hace prevención desde la promoción, dos cosas bien diferentes. Es decir, se realiza una “campaña de prevención” que en realidad promueve conocimientos sobre la problemática, pero no profundiza en prevenirla.
“Ir a dar una charla no es prevenir, por más que se llamen Programa de Prevención. La prevención es sostenida en el tiempo, adquirir hábitos y procedimientos para prevenir el suicidio, algo que no se logra solo brindando información. No saber identificar la problemática y sus procedimientos es quedarse corto”, analiza el licenciado.
También está la cuestión de las líneas telefónicas, el 135 de asistencia al suicida que se informa en los medios cuando reportan sobre un caso de suicidio. El problema es que ese número no tiene el alcance necesario en todo el territorio. “De Ushuaia a La Quiaca, el teléfono cambia”, aclara Álvarez. Por ejemplo, funciona en ciudad de Buenos Aires, pero no en La Plata. De esa manera, la difusión del 135 muchas veces es errónea ya que no tiene llegada a todo el país.
Por sobre todas las cosas, las líneas telefónicas trabajan con voluntarios. Si bien su labor es loable, el campo profesional de la suicidología coincide en que semejante problemática requiere de personal especializado, equipos interdisciplinarios y herramientas de llegada más útiles (adaptadas a la comunicación de los jóvenes), cuestiones que requieren de una fuerte decisión política y de presupuestos más abultados.
Estadísticas
En más de una oportunidad, los medios de comunicación han acudido a las cifras de suicidios en el ámbito nacional para dar un panorama sobre la problemática. Específicamente, cuando durante la cuarentena del 2020 se debatía sobre el impacto del encierro en la psiquis, varios artículos periodísticos utilizaron los datos para expresar que se produjeron subas en la cantidad de suicidios, citando estadísticas que no son las registradas por el Ministerio de Salud de Nación.
Hay una delgada línea entre una mirada tendenciosa o sesgada de la problemática a través de los números y una realidad que viene mostrando subas desde hace años, un periodo en el que también han mejorado y aumentado la cantidad de registros. Observando las tablas que registran el crecimiento de los casos año a año, se observa una importante suba de casos entre 1990 y el presente. ¿Hubo más suicidios o se comenzaron a registrar mejor?
“Las estadísticas son importantes de acuerdo a quién las utilice y para qué”, sostiene Álvarez. En ese sentido, lleva el análisis a los parámetros que se tienen sobre los suicidios en Argentina. Según la última medición, en 2019 se produjeron 3297 suicidios en todo el territorio nacional. De acuerdo a estos números, las provincias del norte argentino (La Rioja, Catamarca, Tucumán y Salta) son las que presentaron una tasa de suicidios muy superior a la media nacional. Esto llevó a que en varias oportunidades los titulares periodísticos hablen de la preocupación en el norte por la problemática y hasta se ha llegado a mencionarlo como una “epidemia”.
Lo que Martin Álvarez propone es indagar más profundamente a los números. En 2018 las cifras de las provincias mencionadas también eran altas (entre 15 y 19‰ por 100 mil habitantes), superando a la media nacional (6,4‰). ¿Por qué tanta distancia? El promedio nacional no bajaba por las cifras de Córdoba (3,2‰) o Buenos Aires (4,2‰), sino por el 0,2‰ registrado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Según los datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación, en 2019 CABA registró tan solo 13 suicidios. ¿Cómo puede ser que el centro urbano más populoso del país presente la tasa de suicidios más bajas del país? A la vez, notifican 1449 muertes “mal definidas o desconocidas”. El licenciado Álvarez, conocedor de la problematización de mediciones en esta cuestión, señala que hay una grave falla en la medición con respecto a la de otras provincias. “¿Y si las provincias con una tasa mayor son en realidad las que mejor y más registraron?”, se pregunta.
Si la ciudad más importante del país, la que más presupuesto maneja y la que tiene muchos de los mejores centros de formación de América Latina; cae en esta grave falta de compromiso y precisión con una problemática tan real, que queda para el resto de las provincias, muchas veces castigadas presupuestariamente, aunque hagan bien su trabajo.
Pese a los datos nacionales que incluyen a Córdoba en la medición, los informes realizados por el Gobierno provincial carecen de peso a la hora de tratar la problemática. De acuerdo al informe de Indicadores Básicos de Salud del año 2019, la muerte por suicidio no entra entre las 10 primeras causas de mortalidad. De hecho, la categoría no es mencionada en ningún extracto de dicho informe; lo que lleva a intuir que el parámetro es calificado dentro de las “causas mal definidas” o que no integran la medición oficial al no ser consideradas muertes vinculadas a la salud mental. Tampoco se ha logrado dar con informes específicos sobre la problemática.
“A los números hay que problematizarlos, cuestionarlos, cruzarlos para tener más datos que repercutan en mejores políticas”, señaló el licenciado, quien agregó: “No importa si se tiene la tasa más baja de suicidios. Si hay un muerto, es importante. Por lo tanto, tenemos que hacer algo”.
Herramientas a mano
La problemática del suicidio integra la agenda mediática y vuelve a la conversación cada 10 de septiembre, el día de la prevención del suicidio, cuyo proyecto fue redactado en coautoría por el mencionado Martín Álvarez. Su tratamiento también resurge con cada caso “mediático” y con un abordaje fugaz, pasajero y para nada significativo. Como ya se dijo anteriormente, las acciones provenientes del Estado son insuficientes y con criterios cruzados que impiden unificar un modelo de trabajo útil. Es por eso que nos preguntamos “¿qué debe hacer alguien que esté buscando ayuda, contención o información precisa sobre esta problemática?”.
“Lo primero es pedir ayuda en las áreas de salud mental de los Hospitales Públicos”, menciona Álvarez, explicando que “la Ley Nacional 27.130 tiene a 19 provincias adheridas y dice que tienen derechos a ser atendidos. No es un servicio como la radiología, sino que es un derecho ser atendido tanto la persona como su familia”. El profesional aclara que, si no se puede conseguir esa atención, si algo lo impide, “que vayan a un Juzgado e interpongan un recurso de amparo para que se cumpla la ley”. Más allá de las charlas con amigos, familia y vínculos cercanos, la contención profesional debe ser el primer puesto de consulta.
En un mundo interconectado, donde las comunidades de redes sociales pueden transformarse en fuente de contención y apoyo, otra de las alternativas es la de ingresar a “Suicidología Argentina”, una página presente en todas las redes para brindar atención a quienes atraviesen por situaciones de este tipo.
Otra cuestión de importancia para aportar en busca de cambios positivos en el tratamiento de trastornos de salud mental, tiene que ver con el correcto cumplimiento de las legislaciones en el plano educativo, como lo es la ley de Educación Sexual Integral (ESI), cuya integralidad abarca conocimientos y guías vinculadas a la salud mental, proporcionando un aporte fundamental para trabajar en la prevención de suicidios.
Pensando en Argentina como un país que tuvo la primera ley a nivel mundial que habló de la temática del suicidio, resulta inadmisible que el tema pase por la realidad como una causa más de mortalidad y no como una problemática que con un trabajo sostenido en el tiempo pueda exhibir grandes mejorías que, en definitiva, son nombres, rostros e historias que sobrevivirán y continuarán sobreviviendo. Desde cada hogar y cada familia, es cuestión de perder el miedo, extender la mano, preguntar y escuchar, romper tabúes y entender que tenemos que hablar de suicidio. De eso sí se habla.
Información que ayuda
– Salud Mental en el Hospital San Antonio de Padua.
Guardias Nacionales 1027. Tel. 0358 467-8700. Abierto las 24 hs.
– Centro de Atención al Suicida – Fundación Clínica de la Familia.
Alberdi 1154. Tel. 0358 463-5609. Atención: lunes a viernes de 8 a 20 hs.