Pero, más allá del corrimiento electoral, la lectura más profunda tiene un componente retórico y pragmático: el abandono de la argumentación, o de la argumentación extendida. “El socialismo francés es percibido como un partido reservado a los jóvenes de las ciudades, que circulan en bicicleta, trabajan con las nuevas tecnologías y están a salvo de las inclemencias de la pobreza, la exclusión y los trabajos rudos”, dice Febbro. Un partido burbuja.
No es un fenómeno francés, ni tampoco europeo solamente. La multiplicación de demandas insatisfechas y las pocas expectativas de revertirlas dan lugar o “maridan” mejor con otros modos de hacer política, en apariencia novedosos, pero fundamentalmente antagónicos a los modos clásicos. En este sentido, los representantes de la derecha y de la ultraderecha, encontraron un tiempo y un vocabulario que articulan muy efectivamente las demandas de los sectores postergados con respuestas rápidas, efectivas y sobre todas las cosas, taxativas. En 2017, 39% del voto obrero eligió a Marine Le Pen en Francia; En los extremos sociales se verificó el mayor caudal de votos para Javier Milei en Buenos Aires; En Brasil y en Estados Unidos gobernaron Bolsonaro y Trump con apoyos masivos.
No hay problemas eternos en política, hay contingencia, incluso cuando los temas puedan llevar los mismos nombres. ¿Qué decía tal o cual sobre este mismo tema hace diez años? Poco parece importar. Hay estrategia, hay contexto y hay intencionalidad. Y la derecha, hoy, consigue copar la agenda con una mayor eficacia que el resto. Las redes sociales son un gran aliado y la pandemia, tal vez, corrió del centro a la política territorial donde las expresiones menos populares tenían poca incidencia.
En este sentido, el historiador Pablo Stefanoni introduce un interesante dilema. Recientemente publicó un libro que se pregunta si la rebeldía se volvió de derecha. La rebeldía, aquel concepto tan caro a las izquierdas (Recuerdo un acto de la militancia del representante democrático de la derecha liberal, Mauricio Macri, con remeras de Ernesto Guevara. Macri es revolución, decía). Stefanoni advierte que muchos temas en apariencia “de nicho”, como la desaparición del estado en toda regulación que no sea la justicia y la policía, cuentan con cientos de miles de escuchas activos. Y alerta -y acá tal vez lo más interesante- sobre un cierto desprecio o negación del resto del arco político sobre esta población: “hay una cierta comodidad en seguir pensándolos como fantasmas. Como si bastara con descalificarlos”. La derecha, en su incorrección, es disruptiva. Y en el amparo de lo inmediato, encuentra su resguardo. No hay lugar a la pregunta, a la discusión, a la historia. Todo es provocación. Y en un mundo, o un país, donde la institucionalidad clásica no encuentra respuestas a los grandes problemas, bueno, el que grita más fuerte, a veces, es el más escuchado.
Por Nano Barbieri.