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Cuando se traiciona la confianza

No es fácil hablar de TRAICIÓN, tampoco lo es hablar del TRAIDOR y lo que lo torna complejo se debe a su naturaleza, ya que si hay traición, antes hubo un contexto de CONFIANZA.

marzo 11, 2022
en Columnistas, Pamela Brizzio
min de lectura3 min
Cuando se traiciona la confianza

Entonces, dada esta situación podemos dejar en claro que allí donde ha existido una traición, ha existido la confianza, porque de otro modo no habría nada que traicionar. Ambos conceptos se retroalimentan y se dan significado mutuamente.

Y sucede que es en nuestras relaciones más íntimas, más cercanas, de mayor entrega donde podemos sentirnos más traicionados; ya que suele ser en este tipo de vínculos en donde hemos confiado plenamente y nuestra confianza ha sido destruida.

Esta situación suele darse con mayor frecuencia en relaciones como matrimonios o parejas, en familias, entre amigos, sin embargo no escapa a esta posibilidad la traición entre colegas, en organizaciones, religiones, o por la vida en general.

Como la mayoría de las situaciones, la confianza se remonta a nuestro nacimiento y primera infancia, donde contamos con una confianza básica, pura, plena, ya que aún no hemos vivido experiencias que nos enseñen a ser precavidos o a no confiar.

Ejemplos de esta situación hay muchas y es seguro que si cada uno de nosotros nos remontáramos a ese espacio vivencial las encontraríamos. Incluso si nos dedicamos a ver el comportamiento de nuestros niños, cuando no preguntan antes de tirarse desde un escalón o una cama si estamos dispuestos a sujetarlos, ellos “saben” que van a ser sujetados y no hay registro de que eso no puede pasar. Lo mismo si los lanzamos por el aire o si simplemente los llevamos en brazos. Ellos se sienten cuidados y no consideran que podría ser de otra manera.

Con el correr de los años, ya no saltan tan libremente, ni se dejan sujetar con tanta confianza, comienzan a percibir que pueden caer, entienden que no todo es infalible. Lo que sencillamente pasa con esta confianza inicial es que a todos nos decepcionan. Metafóricamente, saltamos un día y descubrimos que no nos sostienen, y terminamos cayendo, lastimándonos y sentimos esto como una traición. Nos sentimos decepcionados por nuestros padres, maestros, amigos, cónyuges, quienes por la razón que sea, sentimos que nos hieren o son incapaces de satisfacer nuestras necesidades.

Podemos sentirnos traicionados por maestros, líderes religiosos, terapeutas, gobiernos, médicos, policías y hasta por Dios, en el grado en que depositamos nuestra confianza en ellos. Cuanto más íntima o importante sea una relación, más intensa es la posibilidad de sentirnos traicionados.

Una vez que tenemos la vivencia de traición, se destruye la confianza originaria. La traición nos despierta dolorosamente de nuestra ingenuidad, y nos enseña el mundo tal como es; no totalmente confiable. No es algo que arbitraria e injustamente simplemente nos sucede. Es un paso inevitable y potencialmente valioso en nuestro desarrollo psicológico. Como diría el tango: “Si yo pudiera como ayer, querer si presentir…”, alegando precisamente a esa pérdida de la inocencia que nos marca y nos vulnera y expone, dándonos cuenta de nuestra fragilidad humana.

La traición nos deja indefensos, lastima nuestra autoestima y causa sentimientos de humillación y vergüenza y son nuestras respuestas ante la traición, en cierta medida, intentos para sentirnos más potentes nuevamente, para sentirnos más enteros.

El traidor por su parte es el sujeto que ejecuta el quebranto de la lealtad o fidelidad hacia alguien o algo. Y a la vez, si hablamos de un traidor en términos psicológicos hablamos de narcisismo, considerándolo como la complacencia excesiva de nuestras propias facultades.

Entonces, si unimos esta exagerada consideración de nosotros mismos que tiene que ver, por supuesto, con nuestro ego, con el deber de mantener lealtad, que es algo que tiene que ver con los demás, ambas energías entran en tensión. ¿Qué las controla?, la conciencia, dependiente de nuestros valores.

En el caso del traidor, vence el ego. Al final, termina siendo una víctima de sus propias imposibilidades, de su incapacidad para controlarse. Y suele ser muy difícil que esto se modifique a menos que sea por la fuerza enorme de las consecuencias de su traición o la terapia.

Lo que sí es claro, es que es muy difícil volver a confiar en un traidor y es probable que repita su acción, a menos que podamos generarle consecuencias contundentes para que pueda vivirlas, sufrirlas y posiblemente recapacitar.

Es sin duda la traición una de las acciones más destructivas de las relaciones humanas, y es un gran desafío para quienes la padecen de otros, aprender a sanar sus heridas para no verse tentados a solucionarlas por medio de la venganza. Y transformar el dolor, la ira y la decepción en disculpas sinceras y liberadoras.

Lic. Pamela Brizzio

MP 4925

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