Y mis queridos amigos, estoy segura que nada de lo que voy a describir les va a sonar extraño, después de todo, seguro todos hemos atravesado dolores como estos.
Hay un día en el que el corazón se siente quebrar, los oídos escuchan barbaridades y la garganta se atora con palabras y emociones que es mejor no decir. Y aunque los interlocutores crean que es por cobardía o porque se sienten triunfantes por su elocuente discurso que nos dejo mudos, en realidad, es un silencio que remite al dolor y a no subirse en una escalada de violencia que no lleva a nada bueno. ¿Les ha pasado?
Hoy les traigo este tema porque entiendo que a toda la humanidad nos une el dolor de un corazón partido. Partido porque perdemos el amor de alguien, o porque nos traicionan, o porque simplemente, alguien descarga en nosotros toda su frustración y empobrecido corazón.
Ante el corazón partido, las personas intentamos durante mucho tiempo darle sentido a lo sucedido: otra cualidad que nos representa como humanos, repetir, repasar, culparnos, enojarnos, imaginar escenarios posibles e intentar ubicar todas las emociones en nuestro interior.
Pero un día, en el mejor de los casos, entendemos que todo tiene una razón de ser, que todo sucede porque hay cosas y sentimientos que deben salir a la luz, que el corazón oscuro no es el nuestro y que las mascaras caen para todos.
Hay personas empobrecidas que parecen lo contrario, es probable que las veas o conozcas y sientas que estas frente a alguien maravilloso, sin embargo, suele ser personas oscuras, que acumulan opiniones o pensamientos que hipócritamente nunca nos dijeron.
Claro está, que nadie es perfecto y que todos podemos decepcionar a otros, es más, lo hacemos frecuentemente, sin embargo, la agresión es otra cosa, la violencia es otra cosa y no se justifica ni siquiera por el enojo o la decepción.
“Sos un engendro”, “sos igual que tu madre”, “¿quién te crees que sos?”, “sos una zorra”, “sos un mueble porque no calificas como persona”, “lamentablemente, tu hijo es igual que vos”, etc. Podríamos continuar una lista sin fin de insultos, podríamos pero no es necesario. El odio no debe alimentarse y nunca justificarse.
Hay que cuidarse de las personas que son dañinas y luego pretende culparte de su daño. Solo pretenden rompernos las alas y confundirnos.
Hay que cuidarse de los mentirosos y estrategas que se creen dueños de la verdad y dañan con su lengua.
Hay que cuidarse de la persona infeliz y que no se ama, aunque crean que sí lo hacen, porque la falta de amor nos transforma en seres peligrosos.
Hay que cuidarse de la persona que no siente vergüenza de dejarte herido y hasta se regocija en su logro.
Hay que cuidarse de los que pretenden ocupar espacios que no les pertenecen y clavan banderas de posesión donde no son dueños.
Hay que cuidarse de las personas que reclaman pero no dan.
Hay que cuidarse de los que tergiversan y rompen lo que tocan, porque huelen bien, pero están podridos en rencores.
Hay que cuidarse…porque el mundo está lleno de espejos de colores, de falsedades y de personas que nos venden amor, amistad, familia, y luego se van destiñendo en valores.
Hay cuidarse y alejarse, porque es probable que estas personas se vuelvan victimas para luego culparnos de sus propias miserias.
Ojala muchos de ustedes, queridos lectores, no hayan tenido que pasar por todo esto. Sin embargo, si de alguna forma se sienten identificados en el dolor, hay esperanza. Esperanza de que algo pueda cambiar y que la devolución de nuestra parte sean buenos deseos…porque a estas personas es mejor desearles amor y felicidad. Porque infelices y enojados, son muy dañinos.
En nuestras manos está el cambio energético! No lo olvidemos.
Hasta pronto!
Lic. Pamela Brizzio
MP 4925