¿Qué es la intimidad cuando hay una cámara grabando? Cierta fantasía colectiva ebulle cada vez que un producto audiovisual anuncia que va a ofrecer imágenes exclusivas, inéditas, “íntimas”. ¿Cuánta autenticidad aflora de nosotros cuando estamos frente a un teléfono celular? ¿Cuánta espontaneidad es posible cuando sabemos que seremos mostrados? Sean Eternos ofrece tres cosas: lo que nadie vio (imágenes desde adentro), lo que todos vimos (imágenes de archivo) y lo que todos deseamos: una ilusión.
Las imágenes de la intimidad dan cuenta de lo que sucede puertas adentro, en el vestuario, en el túnel antes de salir a la cancha, en los pasillos. Lugares en principios reservados para un número reducido de futbolistas, colaboradores y personas autorizadas. Pueden verse a los protagonistas descontracturados, aunque nunca desprevenidos. Es el registro de la época, las redes sociales lo hacen a la perfección. Hay una conciencia permanente del registro, pero hay un modo despreocupado de ejercerlo. A finales del año pasado, Get Back, el magnánimo documental de los Beatles, puso en una miniserie el resultado comprimido de más de 60 horas de grabación de, otra vez, “sesiones íntimas”. Incluso ahí, luego de días enteros frente a la cámara, puede notarse esa frescura condicionada de la presencia prolongada frente a los registros. McCartney, Messi, De Paul, Lennon, Di María y Ringo Star. De todos vimos algo más. Pero la intimidad, creo, es un lugar inaccesible para los demás. Es hora de entenderlo así.
Sean Eternos repasa la campaña de la Copa América Brasil 2021 bajo la lupa de las siete finales perdidas anteriores al título. Acaso los fracasos queden grabados con mayor intensidad y el fuego del infierno sea más duradero que los laureles del fuego sagrado. Es un acierto narrativo presentar la copa américa conseguida como la redención de aquellos momentos de tristeza. El inflador audiovisual del registro de cada una de esas finales perdidas, lo llantos, los jugadores que no llegaron a la gloria y los sobrevivientes que finalmente la alcanzan, le dan un marco que acaso supere el propio logro deportivo conseguido. El desenlace son los goles, la campaña y la épica de haberlo seguido intentando a pesar de tanta línea final sin el premio máximo. Van 21 minutos del primer tiempo. Di María pica al vacío luego de un pase largo de De Paul. Renan Lodi, de amarillo, apenas la pellizca. Fideo la cachetea suave con la zurda como quien acomoda un corte en la parrilla, y la pelota le queda hermosa y al pie. Toquecito y globo al arquero que siempre supo lo que iba a pasar. Es gol, el único de la final: el gol del campeón.
Cuando invadieron Ucrania abundaron las series, los documentales, los registros bélicos. La ampliación de derechos trajo consigo decenas de piezas que narraron experiencias de género, sexualidades múltiples. El mundial de fútbol es el momento para contar historias como estas. ¿Está mal, está bien? ¿Cuál es el pecado de subirse a un clima global, a esa especie de atmósfera futbolera que cubre el globo durante un mes? En pleno campeonato del mundo Sean Eternos es nafta, líquido inflamable que libera energía. Y cuando argumentar es también un acto de fe, mejor jugar con la ilusión.
Sabemos que no hay tristezas ni alegrías que duren para siempre. Seamos Eternos, entonces, mientras dure.