¿Existen las verdades absolutas?, ¿existe el derecho de imponer mi verdad a los demás?, ¿desarrollamos la capacidad de reflexionar y ser capaces de discrepar sin agredir?, ¿podemos convivir con varias posturas sin necesidad de que una gane?
Cada día pierdo un poco la fe en la capacidad de disenso. Me duelen mucho las posturas arbitrarias y más aun…me desilusionan.
Puede pasar y sin dudas pasa, que opinemos distinto, incluso entre amigos, vecinos, familiares, conocidos. Puede pasar y claramente pasa, que creo que tengo razón…¿pero que sería tener razón?
Entonces, a menos que mi postura se remonte exclusivamente a una verdad absoluta…mis queridos amigos, todo es relativo. Y por ende…mi razón también lo es.
Por lo que pude investigar podría decir que las verdades absolutas son: todos vamos a morir; y todos somos hijos. Y estoy de acuerdo que de ninguna de las dos nadie se ha librado o ha podido modificar con el correr del tiempo, de la tecnología o de la ciencia. Sin embargo, he visto a muchos embanderarse de estas, o de alguna, de estas verdades para luego plantear relatividades que son solo producto de sus propias subjetividades.
Lamentablemente hemos perdido la capacidad de debatir una idea sin el reduccionismo de creer que debo imponer mi idea, y si alguien opina distinto, si alguien quiere defender su postura o si alguien queda en la “supuesta” vereda de enfrente, entonces queda desacreditado.
Hay personas obtusas (me incluyo a veces), que no son capaces de escuchar y tal vez, aprender o nutrirse de aquel que opina distinto. A veces nos cegamos en un preconcepto y somos incapaces de modificar una idea si fuera necesario. Sin duda a eso le llamo necedad, y podemos considerarnos los reyes de la razón… ¿pero saben que amigos?, ese reinado dura menos que lo dura el terminar de pronunciar “Yo tengo razón y tu estas equivocado” y es así porque uno solo puede reinar en su propia tontería.
Entonces, ¿cuál es el mejor camino?, en mi humilde opinión creo que la mejor tarea que podemos encarar es aprender a vivir sin aspirar a “tener razón”, entender que la razón es tan subjetiva como nuestros nombres propios y que él otro tiene tanto derecho como yo a creer que su verdad es “LA VERDAD”. Y lo más importante es no olvidar que si yo creo algo que pueda influir en la vida o acciones de otros, yo no soy quién para juzgar apoyado en un concepto propio que quiero transformar en universal.
Amigos, podemos lastimar a quienes amamos, podemos herir a un amigo, podemos desilusionar a nuestro interlocutor solo para poder irnos a dormir con la ilusa impresión de haber ganado una absurda discusión, de apoyar la cabeza en la almohada con la corona de la razón…una razón que se esfumara al instante en que nos dejemos atrapar por Morfeo y el mundo de los sueños.
Entonces… ¿de qué me sirve?, ¿realmente lo vale?, ¿algo cambia en el mundo porque yo me sienta con la razón en mis manos?, ¿se justifica humillar, maltratar, desacreditar o incluso enojarme con alguien por tan poco?
Creo que no.
Lo que sí creo es que la vida es más bella cuando somos capaces de relacionarnos sin tanto juicio y con más respeto. Cuando priorizamos que cada uno puede pensar, sentir, amar, construir, soñar, crecer, decir y elegir de una manera distinta que yo, opuesta tal vez o parecida a veces, y que no por eso es menos persona, no por eso es menos humano, no por eso es permeable para ser adoctrinado con mi discurso acotado y “razonable”.
Si empezamos a ser más respetuosos de las libertades podremos ser respetados y valorados en nuestra propia libertad. No pidamos lo que no podemos dar, no exijamos lo que no podemos ofrecer, no impongamos lo que no queremos que nos impongan.
Dejemos el traje de jueces y dueños de la razón en casa, y descubramos a ese otro que seguro tiene mucho para ofrecerme si soy capaz de escucharlo.
Y lo más importante y lo último por hoy queridos lectores, enseñemos a nuestros a niños a ser libres de ser, sentir y pensar, solo guiemos con amor y paciencia. Ellos seguro nos mostraran el camino. Recordemos que son el reflejo de lo que nosotros les hemos brindado. ¿Qué es lo que quiero ver cuando me mire?
¡Hasta la próxima!
Lic. Pamela Brizzio
MP 4925