Lo primero que tiene la película es sinceridad, y parafraseando a un teórico teatral la sinceridad es una cualidad hechizera sobre el escenario.
Esquirlas se construye sobre archivos televisivos de la época y las grabaciones familiares de la directora. Dos hitos estructuran el relato: la explosión de la fábrica militar de Río Tercero (1995) y la contaminación que generan las químicas en la misma ciudad. Ambos hechos sociales se trenzan con las vivencias personales de la autora: la ruptura de la vida cotidiana en la infancia y más tarde la enfermedad de su padre.
Creo que lo que una película, un libro, una canción que nos interpela tiene que ver con algo que forma parte de nuestra historia. En este caso la infancia de Natalia podría haber sido la de cualquier familia clase media en los 90, con la excepción que Natalia vivía en Río Tercero y que un día la vida le explotó en el aula.
Pa, ¿puedo filmar? Le dice en un susurro al papá que anda registrando con la filmadora doméstica un paseo al lado del lago. Me acuerdo cuando mi abuelo compró la filmadora, las ganas que tenía de usarla, obvio que como eramos nueve nietos no nos la prestaban. Pero a Natalia si y en esas tomas empezamos a ver la historia de la familia, en un montaje orgánico vemos a Natalia jugando con su hermano Nico a Cablín (un programa para infancias que daban en la tele), compartiendo la vida con sus padres, hermana, amigos, la vergüenza de unos al ser filmados, la ropa que se usaba para salir, las discusiones de la época (1995). Porque muestra el contexto de un país y lo personal de una familia. La idea de “Lo personal es político” flota en el aura de la película. Es la vida privada de la familia, los recuerdos que eligen ser mostrados como mapas para entender algo y a la vez es la historia de una generación atravesada por el neoliberalismo.
Por un momento el espectador está pensando en su infancia, o la de sus hijos o la de sus sobrinos o la que le contaron y explosión. Se siente el impacto de la sorpresa. Un auto recorre las calles del caos, una señora llora con su bebé en brazos “ Mi marido estaba en la fábrica” dice. “suba señora” dice el papá de Natalia. recorren la ciudad en ese auto, después la escuela, vemos el absurdo de las decisiones políticas del momento. Veo a colegas de mi mamá en la tele, periodistas. Después serán explicaciones, datos que no concuerdan. Una caída, otra más.
Es interesante que todo lo espontáneo y fluido del montaje haya sido producto de años de decisiones (2010-2015). La directora junto a Julieta Seco y Martin Seppi [montajistas] intentaron varios cortes previos al resultado final. De hecho la primera idea de película estaba mucho más vinculada a los periodístico que al personaje individual de Natalia Garayalde. Si historia individual que dialoga con lo colectivo. Pues ya sabemos siempre somos con otros, no hay yo. En el reciente libro digital “El oficio del montaje : conversaciones entre cineastas en Córdoba” publicado por la Editorial de la Facultad de Artes (UNC), Alicia Cáceres y equipo realizan entrevistas y reflexiones sobre el montaje en distintos largos y cortos de Córdoba. Entre ellos se encuentra una entrevista a la directora y los montajistas en donde cuentan todo el proceso y tomas de decisiones que realizaron para terminar en esta producción reconocida en varios festivales de todo el mundo. Pueden acceder desde el repositorio digital MAPA (artes.unc.edu.ar). Es interesante leerla completa pues por un rato entramos tras bambalinas descubriendo qué es lo que se hace para llegar a un producto de este tipo. Un camino. Después de andar viajando por festivales la película ya se puede ver en la plataforma de Cine.ar. La recomendamos.
Por Leticia Floriani, Lic. en Cine y Televisión.